Guantánamo y la burla del derecho

Dicen las informaciones que EEUU encarceló años en Guantánamo a cientos de detenidos sin vínculos terroristas, y que, de nuevo la organización Wikileaks ha dejado al descubierto los abusos cometidos por el gobierno de Estados Unidos en la cárcel de Guantánamo, así como la arbitrariedad en las detenciones y encarcelaciones sin pruebas.

Añaden que los documentos muestran que el gobierno de EEUU mantuvo encerrados en la cárcel durante años a cientos de presos que no representaban peligro para Estados Unidos o sus aliados y que no tenían vinculación terrorista o con Al-Qaeda.

Los documentos muestran la arbitrariedad de Estados Unidos para encarcelar a esas decenas de presos, sin pruebas objetivas, ni juicios, ni garantías y con severos interrogatorios de por medio. Muchas veces, ni las autoridades estadounidenses sabían el motivo por el que los encerraban en Guantánamo.

Una más. El estado “faro” de Occidente y de los valores democráticos se caracteriza por su total falta de garantía y de cumplimiento de estos valores. Invade países, hace de policía internacional de su “orden”, arrasa con su maquinaria de guerra en busca de materias primas, bombardea, explota, conculca, tortura y detiene. Todo ilegalmente. Todo en detritus de ley. Todo en trivial espamo del derecho de gentes y de países.

Y tienen la osadía de llamar “terroristas” a estos o a aquellos. No hay mayor terrorismo sobre la tierra. Esto, que duda cabe, es la brutal decadencia de nuestra cultura. Nadie o casi nadie se indigna. Guantánamo, Abu Graib, Irak, Afganistán, Libia…todo se le permite y alienta. Esta incuria moral que se padece no es ya otra cosa que una universal complicidad con el crimen, la directa emanación de una podredumbre.

En Guantánamo han encarcelado a niños, a ancianos, a analfabetos, que la mayor relación que tenían con el supuesto terrorismo de los demás era que tenían un teléfono móvil mientras pastoreaban cabras. Han torturado a un anciano afgano de 89 años con demencia senil, artritis y depresión. Y se han quedado tan panchos. Y los exegetas que exigen libertad y derechos humanos en tantos países se han callado como putos.

Y ésta es al cabo la envergadura de la complicidad más servil. La absoluta falta de dignidad de los países del llamado Occidente, que hacen blasfemia de las sagradas palabras: ley, orden, derechos humanos, democracia…

El desprecio de la persona y sus valores todavía es más inquietante que sus bombarderos.